30/7/10

LA FEITA DE PISCO

*Michael ROBLES Domínguez
Las autoridades castrenses presentaban su saludo protocolar e intercambiaban presentes recordatorios con el Alcalde, después de realizar las fotos periodísticas, al otro lado, en la recepción, bajo el cálido ambiente, me encontraba cómodamente conversando con Inés, la secretaria del alcalde, quien me invitó una copita del original Pisco peruano.

Tomé un sorbo del trago mirando fijamente a Inés, ella dejaba ver su rostro, que a pesar de estar golpeado por la pobreza marginal y criolla, me regalaba carisma y amabilidad, tenía la piel bronceada por el fuerte sol criollo, era una secretaria muy atenta, por lo menos así se comportaba conmigo. Cuando se trasladaba de un lugar a otro dentro de la oficina, como si estuviese inquieta, su principal atractivo no pasaba desapercibido frente a mis ojos, su exuberante cuerpo de modelo llenaba mi idílico mundo de fantasía pasional y su horrible rostro marginal provocaba sensaciones gélidas en mi interior, equilibrando mi comportamiento marcial.

Estoy seguro que más de una mujer envidiaría tener el cuerpo de Inés. Es muy conversadora, me preguntó cuando había llegado. Hoy sábado a las ocho de la mañana arribamos al Puerto de Enapu, Pisco, respondí. Y hasta cuando se quedan, volvió a preguntar, probablemente hasta el lunes. Me paré por un momento para entregar la copita extendiendo mi mano y agradeciendo a Inés por su amable consideración. Definitivamente no es chileno, mencioné mirándole fijamente. Luego volví a sentarme.

Acariciando mi cámara fotográfica escuchaba con atención las preguntas de Inés, se le veía muy emocionada por las respuestas que le daba, eso me alegraba y me daba confianza. Le dije que era la primera vez que llegaba a la ciudad de Pisco, que aun no he disfrutado de mi salida y que terminando las actividades protocolares iba hacerlo. Le pregunté qué lugares me recomendaría para conocer esta ciudad y llevarme un bonito recuerdo. Me respondió sonrientemente, ¡casi nada! Solo el museo y el boulevard, la ciudad no tiene nada de atractivo, por las noches puedes ir a las discotecas… ha me olvidaba, el domingo es el aniversario de la municipalidad de Paracas y desde ya estas invitado. Gracias, muchas gracias, seguro que allí nos encontraremos, respondí. Claro, seguro que si, aclaró.

Dentro de la oficina, junto a Inés, los cuarenta minutos pasó muy rápido, las autoridades castrenses se despedían del alcalde y yo me despedía de Inés, dejando en claro que nos volveríamos a ver en el aniversario. Que personalidad tan amable y carismática tenía Inés, no voy a negar que sea feíta y que vive en la ciudad de Pisco, pero su cuerpo es su mejor atractivo y además sus labores en la Municipalidad las hace muy eficiente.

La noche de hoy sábado salí con mis compañeros a conocer la ciudad. Toda la noche la pasé pensando en Inés. No podía creerlo, Inés había ingresado a mi mente sin permiso, sentía que me había enamorado de su feo rostro y de su exuberante cuerpo. Se me ocurrió llamarla, pero no tenía su número. Unos de mis compañeros me ofrecen un vaso de cerveza, gesto que no acepté, le dije que soy ateo y los ateos no tomamos, soltaron una carcajada y se inició la jarana. Hoy he decidido tomar wisky y abandoné la fiesta.

Bajo la mañana calurosa de Paracas, en el colegio San Martín, la acción cívica humanitaria se desarrollaba con normalidad, parado en la puerta con la cámara colgado en mi cuello observaba el ingreso y salida de la población. De pronto se acerca un auto negro, era un Kia del año, y se estaciona frente a la puerta, apaga el motor y mis ojos veían a Inés, llevaba puesta una gafas oscuras que ocultaba su feo rostro y vestía blusa de color verde y un pantalón jin blue que dejaba ver su bien sentada figura.

Inés me reconoció fácilmente, me saludó con un beso, sentí la frescura de su cuerpo, su aroma ingresó en mi interior provocándome ardientes sensaciones. Hola Michael como estas, preguntó muy amablemente. Muy bien, pensé que no ibas a venir, respondí. Son órdenes del alcalde, expresó. Conversando ingresamos al colegio, Inés se dirigió a las prestaciones de la municipalidad y daba indicaciones a las personas. Tuve que dejar a Inés para que haga su trabajo y yo lo mío. Disimuladamente fotografié a Inés, soy fotógrafo y no se me podía escapar.

Terminado las actividades, Inés se me acercó y conversando nos dirigimos hasta la salida del colegio. Me preguntó si conocía la playa de Paracas. No conozco, respondí. Entonces, en la tarde vamos a la playa, pero no para bañarnos sino para conocer, sentir el mar y seguir conversando, que te parece. Me parece bien y será un gusto, respondí. Entonces nos vemos, iré al buque y a las quince horas nos encontramos en la municipalidad de Paracas. Perfecto, cualquier inconveniente me llamas, expresó, y nos despedimos.

Eran las dos de la tarde y no podía salir del Puerto de Enapu, no había movilidad para ir a Paracas, el último bus había salido hace quince minutos y la próxima movilidad era a las cinco de la tarde. No podía quedar mal con Inés, así que decidí llamarla, me contestó y me dijo que le esperara en el Puerto, que entendía lo ocurrido y que pronto pasaba a recogerme. Era increíble lo que hacia Inés por mí, ya me había resignado a no conocer la playa de Paracas y a salir con Inés.
Pasado media hora, fui al Puerto para esperar a Inés, de pronto veo venir el Kia Negro, se detiene frente a mí, abro la puerta y subo saludando a Inés con un apasionado beso en su rostro criollo. Inés estaba vestida con un pantalón blanco playero y un polo celeste, manejaba muy serena. El brillo solar permitía ver a Inés muy clara, su voz combinaba perfectamente con su aroma y cada palabra suya la recibía con atención.

La playa de Paracas no tenía nada de encantador, mientras observaba el mar Inés me contaba su infancia en la playa. Cuando me pedía que le contara sobre mi vida, yo la hacía inventando historias como si fuese real. La tarde en la playa fue muy tierna y el tiempo fue tirano para los dos, el sol debilitado empezaba a parir oscuridad seductora y cada minuto que pasaba junto a Inés me gustaba más, ya quería tocarla y besarla apasionadamente.

Decidimos dejar la playa y nos fuimos al boulevard, las luces de tungsteno estaban encendidas, Inés y yo parecíamos enamorados frente a los ojos de los transeúntes. No veía a nadie conocido y al parecer Inés tampoco. Así que ingresamos a un video Pub. Inés pidió dos Pisco Sour para brindar. Me sentía cómodo junto a Inés, ella me hacia recordar que hoy se presenta el Grupo 5 por el aniversario de Paracas y que debemos esperar para ir a bailar.

El local estaba lleno, buscamos un lugar donde quedarnos, rápidamente me di cuenta que habían muchos marinos, algunos se me acercaban y me decían al oído; ¡provecho!, otros me decían que no haga quedar mal a los marinos, cumple y nada más. Yo solo respondía con gestos. Eres bien conocido, dijo Inés. Son mis compañeros del Buque, respondí y continuamos buscando un lugar para bailar.

De pronto me di cuenta que estaba tocando el exuberante cuerpo de Inés, estábamos bailando cumbia tropical de moda. Inés era una experta bailando, con su ubérrima cintura me regalaba algunos quiebres sensuales que erigían en mí premoniciones libidinosas, yo trataba de apegarme a su cuerpo concordando con la música para que no se diera cuenta.

Solo vendían cerveza, gaseosa y agua mineral, no había otro tipo de trago. Inés tomaba y yo tuve que disimular, pasado las doce de la noche invité a Inés a dejar el local, le dije que ya había tomado demasiado y que mejor era irnos, Inés me cogió la mano muy amablemente y juntos abandonamos el local.

Después de una batalla carnal, satisfaciendo nuestras aventuras traviesas, Inés se quedó dormida, colocando su feo rostro en mi pecho. Yo trataba de mirarle acariciando su exuberante cuerpo indígena. Pasado unos minutos me desprendo de su desnudo cuerpo, veo la hora en mi celular y eran las tres y diez de la mañana. Luego de vestirme violentamente, observo que el cuerpo de Inés, recostado sobre la cama, me llamaba ardientemente para continuar con la batalla. Mis responsabilidades son primero y vencieron fácilmente este llamado. Mirando su cuerpo dije: Lo siento bella Inés el deber me llama, lo que acaba de pasar que no se repita y gracias por regalarme una bonita estadía. No se repetirá porque soy mujer casada, pronunció Inés abriendo los ojos. Así que estabas despierta y escuchándome, mencioné. No te preocupes Michael yo también te doy las gracias y olvidar esto seria lo mejor, espérame para irnos juntos. Lo siento Inés estoy con la hora, debo estar a las cuatro de la mañana en el buque, sino llego a esa hora me sancionan, tengo que dejarte. Al despedirme de Inés sentí el gélido sabor de su labios, toda la pasión había terminado, acercando mi boca a sus oídos le dije: gracias y cuídate, ella me dijo: borra mi número de tu celular y gracias también, y salí del hostal.

Todo el camino me pasé pensando en Inés, en la secretaria de rostro golpeado por la pobreza marginal y criolla, de piel bronceada por el fuerte sol criollo y de cuerpo seductor e envidiable. Era una feíta que vivía en Pisco y me regaló una historia novelesca para escribir. ¡Llegamos señor!, son cuarenta soles, interrumpió mis recuerdos el inoportuno taxista.

Abril 2010
MIRODO

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