7/8/08

EL BORRACHITO Y SU CORTAMONTE

Hoy es el cortamonte de la vecina Eulalia, porque he visto pasar un camión jalando un árbol de sauce con dirección a su casa. - Dijo mi hermana Yossy. -Si creo.- Respondió dudosamente mi otra hermana mayor.

La vecina Eulalia es una señora de caderas desbordantes y de protuberantes lácteas, es tan obesa que hasta sus cabellos son gruesos, ella tenía por costumbre organizar todos los años “cortamonte” en el barrio, y lo hacia en la calle frente a su casa.

Eran las seis de la tarde y el árbol estaba plantado, mis amiguitos y yo nos acercamos, miré fijamente al árbol de sauce cargado de juguetes. Había baldes, tazas, chisguetes, mantas y hasta ropas de niños colgados. Era un día de fiesta carnavalesca que sin perder la tradición andina nuestra ciudad lo heredaba muy galante. Todos mis amiguitos estaban felices disfrutando cada instante, algunos corrían muy boyantes alrededor del árbol, tal vez sabiendo que ya les queda pocos días de vacaciones escolares, Yo solo esperaba que corten el árbol y así poder coger todos los juguetes que quería, solo pensaba ansiosamente enese momento.

La noche y su efervescente calentura dejaba ver al árbol adornado de regalos, serpentinas y pica picas multicolores que lo vestían, la música sonaba llamando a los vecinos para que salieran de sus casas, y ellos llegaban ansiosos de querer bailar carnavales alrededor del árbol, la cantina estaba surtido de bebidas alcohólicas y gaseosas; la cerveza se vendía bien helada, y los visitantes compraban y tomaban sedientos como si tuvieran permiso celestial de seguir bebiendo.

Observé que los adultos habían elevado su estado de ánimo, se relajaban conversando pasándose la botella entre ellos, cuando se acercaba las once de la noche cada uno acompañado de sus parejas salen agarrados de la mano y dan vueltas alrededor del “cortamonte”, uno de ellos bailando coge el machete y le da con fuerza al pie del árbol, mientras, los demás decían: ¡eso, dale mas fuerte!, bailando se servían el trago entregándole la botella al que terminaba de golpear el árbol con el machete filudo.

Después de tanto golpe que recibía el cortamonte, mis amiguitos se dieron cuenta que el árbol esta muy débil y que con unos golpes mas caería. ¡Dale uno más, y serás el padrino! –Dijo uno de los que estaban bailando.- Muy obediente, este le da con fuerza y el árbol empieza a caer despacio y silenciosamente aumenta su velocidad y termina por caer con fuerza levantando polvo y aplastando a mas de uno.

Recuerdo que no pude coger ni un solo juguete, los mas grandes se metieron y ellos se ganaron con todo lo que yo quería, mi espera era en vano, una vez mas me puse muy triste y entendí que era muy pequeño, mis 9 años no me permitían luchar contra tanta gente adulta para poder ganarme algún juguete. Mis amiguitos estaban en la misma situación que yo, muy triste culpando a nuestra edad por no haber agarrado un juguete. Somos muy chibolos dijo uno de ellos.

Los adultos iban dejando el árbol y en eso veo a un señor tirado aplastado por las ramas del árbol, se dieron cuenta y trataron de ayudarlo, pero no podía levantarse, el cortamente al caer lo había golpeado y los adultos sin darse cuenta también le habían golpeado. – ¡Es un borrachito y esta sangrando! Dijo uno de los adultos.- Lo levantaron y lo dejaron sentado recostado en la pared. Nadie más se le acercó, estaba sangrando. Mis amiguitos y yo lo miramos con pena.

El borrachito había bebido demasiado según dicen algunos para disminuir sus penas, había perdido el control motor, se le notaba muy triste, tenía heridas sangrando en su rostro, su boca estaba sucia llena de tierra, se sentía el olor del alcohol cuando respiraba, se dio cuenta que lo estábamos mirando, intento levantarse pero no pudo, mis amiguitos se asustaron y se fueron corriendo, yo me quede un rato mas observándole. El beodo no entendía la vida y de pronto abrió los ojos y me dijo. ¡Una chelita más! No le hice caso y bajo la cabeza y se quedo dormido, quería seguir refrescando su garganta, pero su cuerpo no lo permitía, no tenia fuerzas y el borrachito siguió viviendo allí toda la noche, en ese rincón sucio y maloliente, oscuro e inadvertido, lo deje y me fui a mi casa corriendo.

Michael ROBLES Domínguez
Santa Clara, 07 Agosto 2008
MIRODO

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