24/1/10

LA AMENAZA DE CLAUDIA

*Michael ROBLES Domínguez

Salgamos de aquí, me propuso Claudia, ella estaba aburrida, este tipo de conferencias no le gusta, la expresión de su rostro dejaba ver la inquietud de no querer seguir escuchando. La miré fijamente, acerco mi boca a sus oídos y con tono bajo le dije: unos minutos mas y salimos. En realidad el tema era muy interesante y no quería perderme ni un minuto, al mismo tiempo quería complacerla, no me sentía honesto ver a Claudia aburrida, sabía que mi retiro del salón expresaba una cierta deslealtad al Partido, a mis compañeros y al expositor. Pasado unos minutos, Claudia, con su voz meliflua, volvió a insistir, la convencí que me acompañara hasta el final, aceptando disgustosamente, sabía que Claudia me amaba, como yo a ella, y me regaló el placer de escuchar toda la conferencia a su lado.

Antes de los aplausos finales, Claudia y yo salimos del salón Mariátegui, Cogí su mano izquierda y la conduje hasta la salida, caminamos juntos por la avenida Washington para tomar el colectivo. Antes de llegar a la intersección del Paseo Colon, Claudia me dice que mañana sábado tiene que asistir al cumpleaños de su amiga. Estamos viernes y porque recién me comunicas, le pregunté. Bueno se me pasó, respondió. Ya son varias las veces que me dices a última hora en el año de enamorados que tenemos. Puedes o no, respondió con tono autoritario feminista. No puedo anda sola y diviértete, la replique soltándole la mano.

La noche límense con sus luces embravecidos y seductores eran testigos de mi despedida ofuscada con Claudia, el beso gélido de sus labios lidiaron con mi propio yo. Hasta luego y nos vemos el lunes, ya que el domingo debes estar con la resaca, fueron mis últimas palabras, Claudia no respondió y se fue. Al parecer mis palabras la habían lacerado.

Claudia se había divertido como una jovencita de 20 años, se olvidó que tenía un compromiso conmigo, en cada baile se dejaba caer en el brazo de los afortunados hombres que tuvieron la oportunidad de bailar con ella. Lucía me había contado todo lo que vio esa noche, tenía razones para creer en Lucía, ella es su amiga de la universidad y también asistió a la fiesta de cumpleaños junto a Claudia.

Más de quince días pensado qué decisión tomar, me llegaron muchos informes sobre ella. Entre la retahíla de preguntas y respuestas que me hacía, decidí terminar con Claudia, tenía que cortar esta relación de casi un año, y se lo dije. Pero Claudia no aceptó, me reclamó, me pidió explicaciones, me dijo que estaba enamorada de mi y que no quería perderme. Haz dejado de amarme Michael, preguntó. Creo que sí, la respondí. Todo este tiempo has estado jugando conmigo, nunca me has amado, me incriminó. Tú eres una mujer muy joven, te gusta divertirte con tus amigos, no hay mes que estas sin tus amigas, tienes compromisos muy seguidos y te diviertes sola, así que mejor es terminar y continua con tus planes, yo te deseo lo mejor, sentencié.

Tenía su rostro compungido, me moría por recibirle en mi eterno regazo, estaba enamorado de ella, no quería verla sufrir, sus lágrimas mojaban el suelo terso de sus mejillas, sentía la necesidad de reconciliarme y seguir disfrutando de su amor, pero Claudia es diferente a mí, aun piensa en fiestas callejeras.

De pronto Claudia empezó a gritar con voz imperativa y dirigiéndome la mirada expresó: Escúchame comunista, es mejor que lo pienses bien, prométeme que lo vas a pensar, ya verás que en el matrimonio de Luis Alberto vamos a estar juntos otra vez y será definitivo, dejaremos de ser enamorados para pasar hacer novios y casarnos, piénsalo, tienes todo estos días. No creo que eso suceda, porque no irás al matrimonio de Luis Alberto, menos conmigo, Él es un compañero del Partido y su invitación matrimonial me la hizo llegar, así que tú no tienes cabida, la situación ha cambiado, ya no somos enamorados, mis compañeros dejaron de ser tus amigos.
Mas enfurecida y con tono sorna Claudia mirándome a los ojos expresó: Escúchame maldito revolucionario, maldito socialista, maldito marxista, maldito leninista, maldito ateo, escúchame bien, sino me llevas al matrimonio de Luis Alberto te juro que en plena ceremonia religiosa me presentaré y haré un escándalo, me desnudo y me ubicaré frente al altar, bailaré el baile que te regalaba antes de que me hagas el amor, para que todos me vean y se rían de ti. Te digo, lo haré frente a todos, no me importa nada.

Después de escuchar su estulta declaración, reaccioné. Escúchame maldita traidora, si haces este tipo de escándalos, el único perjudicado será Luis Alberto y no yo; una mujer profesional, trabajadora, joven y bonita no creo que se atreva a realizar semejante actos obscenos. Soy capaz de hacer muchas cosas peor que ésta, con la sola intención de recuperar tu amor, tu calor, tu comprensión que días antes me regalabas, te extraño y no me obligues Michael, soy capaz de hacer muchas cosas, estás advertido, quiero que hasta el próximo sábado lo pienses bien, y pases a recogerme para ir juntos al matrimonio de Luis Alberto, sentenció Claudia y se fue.

Después de evaluar los informes que daban a conocer quién es realmente Claudia, la decisión no podía ser otra. Mirko, necesito que me ayudes, ordene usted Doctor, me respondió muy atento. Sé que eres un hombre muy leal al Partido, la revolución necesita hombres como tú, la misión es muy sencilla, se trata de la señorita Claudia (…), he entendido perfectamente lo que tengo que hacer Doctor. Gracias Mirko, confió en tu trabajo, puedes decirle a Juan que te apoye, el también es muy leal. Claro que si Doctor, permiso Doctor. Siga usted Mirko.

Algunos invitados estaban sentados esperando la llegada de los novios, busqué un lugar donde sentarme, tenía que ser estratégico, un lugar donde podía tener una visión rápida del ingreso de la iglesia, de tal manera que pudiera evitar la amenaza de Claudia, debo de estar preparado para cualquier eventualidad desagradable. Claudia es una enemiga del Partido, es muy peligrosa, utilizando su falso amor intentó ingresar al Partido.

Los invitados seguían llegando, los que me conocían me saludaban, les tendía la mano y les daba un abrazo con fervor revolucionario. No podía descuidarme, la amenaza de Claudia estaba en mi mente. Mirko y Juan estaban bien vestidos y sentados cerca de la puerta en cada extremo de las bancas, pendientes de la llegada de Claudia.

Luis Alberto ingresa con su madre tomado de los brazos, minutos después ingresa la novia con su padre, Luís Alberto la recibe y se presentan al cura. El párroco las recibió como si supiera lo que va a pasar, se le veía asustado, cansado. No tenia porque preocuparse todo estaba controlado, los soldados de la revolución sabían lo que tenían que hacer si Claudia se presentara y ejecutara su amenaza.

Pasado unos minutos, todos estaban escuchando misa, solo se escuchaba la voz del cura, yo continuaba con mi vigilancia, estaba pendiente del ingreso de Claudia, sigilosamente veo ingresar a Claudia, ella me ve, sin desviar la vista avanza por la alfombra guinda, caminando y clavándome la mirada empieza a desabrocharse el saco, dejaba ver su blusa blanca brillante. Yo no sabía qué hacer, quería detenerla, pero no podía, había invitados a mi costado. Claudia seguía avanzando, tenía el saco en la mano, se veía dispuesta a continuar sacándose la blusa. Esta loca está ejecutando su amenaza, pensé. Por un momento desconocí a Claudia. Los soldados de la revolución la interceptaron y sin el menor ruido la sacaron de la iglesia. Estos cholos revolucionarios si son profesionales, saben controlar toda situación adversa. Casi nadie se dio cuenta, los que estaban a mi costado voltearon la cabeza como si se alertaran, pero inmediatamente volvieron a mirar al frente. Una vieja, bien vestida, que estaba detrás se la veía nerviosa, al parecer se había dado cuenta. Claudia no opuso resistencia, no pronunció ni una sola palabra, todo fue muy rápido, y los soldados de terno y corbata se la llevaron.

Pasado media hora, recibí un mensaje en el celular, era la señal de Mirko, Doctor la señorita ya esta fondeada, se cumplió con la tarea. En cuarenta minutos estaré llegando, respondí. Claudia no sabía cómo había llegado a parar en ese lugar, se encontraba en una habitación vacía, la poca luz de la calle que penetraba por la ventana, iluminaba su rostro. Una cama de madera simple, una sábana blanca que cubría el colchón y una silla vetusta eran su única compañía.

Cuando ingreso a la habitación encuentro a Claudia sentada en la cama, cuando me ve se pone de pie. Hola mi amor sabía que ibas a llegar, expresó. Antes que termine la frase, me fui contra ella y comencé a desnudarla, acariciándole su rostro, mis manos desesperadas e inquietas buscaban su partes intimas. Hicimos el amor, Claudia no decía nada, solo gemía muy excitada, volteando sus ojitos me respondía con sus caricias. Era la primera vez que hacíamos el amor sin pronunciar ni una sola palabra. Consumado el acto, mientras ella se acariciaba los pechos de satisfacción y tirada sobre la cama viendo el techo, yo rápidamente me estaba vistiendo. Sin decirle nada salgo violentamente de la habitación en busca de los soldados. Los dos estaban al final de pasadizo, me acerco a ellos y les ordené que en una hora lleven a Claudia al supermercado metro. Si doctor, respondió Mirko. Hasta luego, me voy al matrimonio, cumpla con su misión y les espero en la recepción para acompañar a Luis Alberto y a su esposa, nos deben de estar echando de menos. Si doctor allí estaremos, respondieron.

Al día siguiente en los medios de comunicación se transmitían en vivo: “joven contadora que trabaja para el servicio secreto es encontrada muerta en uno de los almacenes del supermercado metro”. Otros medios presentaban sus titulares, “sicarios matan a miembro de inteligencia peruana”, “el servicio de inteligencia pierde a su mejor integrante”, Agente de inteligencia se suicida en uno de los almacenes del supermercado metro”, “la soledad llevo al suicidio a Claudia”. La policía había cercado el área. Claudia tenía que morir, los dirigentes del partido revolucionario así lo decidieron. Nadie ingresa a él si no es por su doctrina y sus meritos revolucionarios. Claudia no cumplía con estos exigentes requisitos.

Santa Clara, 24 de enero 2010
MIRODO

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