11/1/09

LUCES EN MI IMAGINACION

La Pelirroja es una Luz

*Michael ROBLES Domínguez

Después de haber naufragado en las inmensas aguas de la soledad, y logrando salir de ella, aferrándome a un instante de mi vida, derrumbado mis frustraciones provocadas por la soledad de todas mis noches oscuras malas y perversas, descuidando mis objetivos al estudio y la investigación, decidí enrumbarme por la deslumbrante avenida la Marina. Tan solo quería caminar y observar la noche iluminada con colores de la diversión, distraerme un rato, tal vez deseaba conversar con alguien. Alguien que pueda acompañarme, que me ayude a liberar mi mente, porque al parecer aun es prisionera de la terrible soledad y de recuerdos nocturnos vividos de sexo y trago.

Salí de mi jaula en busca de distracción, hoy tiene que ser diferente, la tarde se debilitaba preparándose para recibir en su eterno regazo a la noche caliente y misteriosa, el clima era muy acogedor, la tarde rojiza me cobijó y luego me entrega a una noche seductora bañada por la luces de mi imaginación.

Entonces es que decidí abordar un taxi para dirigirme a la Avenida la Marina, el tráfico permitía avanzar muy lentamente, cosa que era de mi agrado porque en realidad solo quería pasear y recorrer las calles. Cuando estaba por la Avenida Javier Prado, en cada uno de sus paraderos y esquinas observaba mujeres muy hermosas y bien vestidas, con rostros alegres, en un momento el taxi se detuvo por la luz roja, había mucha gente en el paradero, con las ventanas bajas pude distinguir entre tanta gente a una linda pelirroja delgada de piel blanca, su rostro mostraba la depresión y la tristeza mas pura, al parecer había terminado con su novio o algún familiar había dejado de existir. La luz roja del semáforo cambia al verde y el taxista siguió avanzando con la misma lentitud desde que ingresó a la Javier Prado.

El chofer era muy callado, se veía preocupado, y de vez en cuando me miraba, creo que se había dado cuenta que sólo quería recorrer las calles nocturnas y que estaba escapando de mi soledad, de mis noches oscuras malas y perversas. Yo no tenía ganas de conversar y menos con el taxista, así que no busqué una conversación, el sol ya había desaparecido totalmente y la avenida la Marina exhibía lo más lindo de sus noches calurosas.

Ajena a mi inocencia de mujeres lindas, la avenida la Marina embargada por sus luces multicolores dejaba relucir en su contraste de la noche enérgica y sedienta ha almas racionales muy hermosas, ha enormes esculturas humanas, de curvas despampanantes, pelirrojas, gringas, orientales, morenas todas lindas con miradas seductoras, una tras una comienzan a llegar y de a poco ingresan a las distintas discotecas de su elección, algunos lo hacían en pareja muy acompañados agarrados de la mano, sin duda ésta avenida casi todos los días descargar su furia engatusadora.

Aun en el taxi y observando desde ella todo el recorrido de la avenida la Marina intempestivamente mis ojos logran ver a una pelirroja muy hermosa, era la misma pelirroja que ví en el paradero de la Javier Prado, me había alcanzado, su taxi fue más rápido que el mió, la pelirroja ya había bajado y al parecer se dirigía a una de las tiendas comerciales. Decidí bajar, pague los doce soles al taxista, baje rápido, casi corriendo para acercarme a la pelirroja y robarle una conversación, la seguí rápidamente hasta estar detrás de ella, solo un metro me separaba, caminaba muy despacio, yo la seguía, de pronto cambia de dirección y avanzando unas cuadras mas se dirige a un parque, se detuvo y se sienta en un banco, yo también tenia que sentarme, por suerte el banco del frente estaba vacío y sin dudar me senté frente a ella, nos vimos fijamente un segundo, su tristeza mostraba soledad, melancolía, confusión, desamor, al parecer igual que yo estaba escapando de una soledad inmensa.

Era una muchacha como de unos 23 ó 25 años, delgada, de rasgos muy finos y delicados, piel blanca como la nieve, cabello rojizo y con rulos. Sus ojos eran grandes y hermosos, sus pestañas largas y seductoras; su boca de labios gruesos, que hacía un espectacular juego con su nariz respingada y delicada, tenía unos pechos resaltantes, era tan linda que ni la tristeza que mostraba podía opacar su belleza.

Cada minuto que pasaba nos miramos y cada vez era más seguido, mi cuerpo comenzaba ha incomodarse de la angustia de querer saber de ella, de hablar con ella, de compartir, de estar a su lado, de sentir su fragancia, de mírala fijamente a cada instante de conversación, no podía dejar de pasar mas tiempo, así que desde mi banco, qué solo me separaba de ella metro y medio aproximadamente decidí robarle algunas palabras.

¿Se siente bien señorita? Pregunte. La Pelirroja no me contesto, solo se limitó en mirarme, en un momento pensé que no me había escuchado, pasado unos tres minutos decidió hablarme. ¿Es Ud. De por acá? Preguntó la Pelirroja. No, solo viene a sentir la frescura y el aire libre que nos brinda este encantador parque. Respondí. Se iniciaba una conversación muy elegante y divertida. (Lo siento otro día escribiré un poco mas lo que viví en esta noche con ella, porque en mi imaginación nació una luz de comprensión y pureza de mujer)

Esa noche regrese a mi jaula recordando todo lo vivido en el parque, la pase súper bien, muy complacido, no lo esperaba, sólo pretendía escapar de la prisión nocturna de mi soledad, de mi túnel congestionada por la rutina de la diversión, sexo y trago, hay amistades pero igual no es complacido, no hace feliz como fui en esta noche de verano efervescente junto a la Pelirroja. Una noche para escribir los recuerdos de una amiga.


Santa Clara 11 de Enero 2009
MIRODO

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